Ayotzinapa, la desinformación de la comunicación.
El pasado 26 de septiembre se cumplió un año de la desaparición de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y a poco más de 365 días del acontecimiento, el análisis de lo sucedido, más que de los hechos mismos, se basa en el modo en que fluyen las comunicaciones y la interpretación que le da el público, quien, con base en la información recibida, genera una opinión sobre el tema.
Es cierto que debemos saber “la verdad”, pero, ¿Qué tan preparados estamos para conocerla?, y qué pasa si, “esa verdad” no va acorde a nuestra opinión, afiliación o simpatía. Hasta dónde, los responsables, de decir “ la verdad” están dispuestos a contarla y nosotros como público a aceptarla.
Tenemos opiniones contrastantes, quienes tildan a los alumnos de la Normal Superior de “vándalos” y “criminales”, y que merecen lo que sucedió. Otra corriente de opinión menciona que fueron “victimas” de un crimen de Estado (en lo personal no he logrado entender, porque el Estado tendría la intensión de silenciar 43 voces y esas 43 en específico), otros que fue un asunto del crimen organizado, donde el gobierno local está metido hasta “el cuello”.
Política, económica y socialmente Ayotzinapa se ha vuelto un modo de vida, un asunto que distingue, radicalmente, a los que tienen puntos de vista distintos. Desde muchos lugares del planeta recibimos mensajes, vía redes sociales, donde se pide saber la verdad sobre el tema, recordando que FALTAN 43; pero, ¿Cuál es la trascendencia de estos mensajes?, ¿Es solo un forma de expresión?, ¿Es tratar de ser parte de un movimiento? o ¿Querer saber en realidad, qué paso hace año en Iguala con la desaparición de 43 personas?
Los medios hacen su trabajo, nos informan, pero ¿Cuántos de nosotros conocemos completo el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes? ¿Realmente conocemos la totalidad de los informes de la PGR? ¿Solo nos expresamos, con base en la afinidad y no con conocimiento?. Creo que, en este tipo de asuntos, nos dejamos llevar por las pasiones y no por los hechos. Linchamos a quién creemos responsables y enaltecemos a quienes creemos justicieros.
“El pueblo exige la verdad” he escuchado en varias charlas y programas de opinión, primero creo que se debe informar de la manera más objetiva posible al público en general, situación que es imposible, en un asunto que no se trata de conocer “la verdad”, si no de quién, con base en la información y en la opinión pública, queda mejor parado ante la sociedad.
El de Buche.
Hace una semana, el gobierno del Estado de México, encabezado por Eruviel Ávila, presentó un TAPPTaxi, una aplicación desarrollada por “jóvenes universitarios mexiquenses, para teléfonos inteligentes, con la cual los usuarios recibirán el servicio de transporte en el Estado. En esta aplicación el gobierno del señor Ávila invirtió 8 millones de pesos, para que los taxis puedan competir con servicios como Uber (¡Qué desperdicio de recursos!)
La diferencia entre un político y un emprendedor, está clara, uno puede utilizar recursos públicos para realizar una acción populista y el otro no. La aplicación no hace que la gente (del target) prefiera Uber sobre otros servicios de transporte, la aplicación es un medio, que facilita el uso del servicio; pero la diferencia está en todos los tangibles e intangibles que solo un emprendedor pone en práctica cuando analiza un mercado y detecta una oportunidad de negocio.
Mauricio Huerta
El autor de estas líneas se describe como cineasta empedernido, lector con problemas de tiempo y amante de los deportes.
En la vida hay que reír y llorar, porque la existencia se trata de experiencias.
@mau13huerta
mhuertarueda@gmail.com
El pasado 26 de septiembre se cumplió un año de la desaparición de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y a poco más de 365 días del acontecimiento, el análisis de lo sucedido, más que de los hechos mismos, se basa en el modo en que fluyen las comunicaciones y la interpretación que le da el público, quien, con base en la información recibida, genera una opinión sobre el tema.
Es cierto que debemos saber “la verdad”, pero, ¿Qué tan preparados estamos para conocerla?, y qué pasa si, “esa verdad” no va acorde a nuestra opinión, afiliación o simpatía. Hasta dónde, los responsables, de decir “ la verdad” están dispuestos a contarla y nosotros como público a aceptarla.
Tenemos opiniones contrastantes, quienes tildan a los alumnos de la Normal Superior de “vándalos” y “criminales”, y que merecen lo que sucedió. Otra corriente de opinión menciona que fueron “victimas” de un crimen de Estado (en lo personal no he logrado entender, porque el Estado tendría la intensión de silenciar 43 voces y esas 43 en específico), otros que fue un asunto del crimen organizado, donde el gobierno local está metido hasta “el cuello”.
Política, económica y socialmente Ayotzinapa se ha vuelto un modo de vida, un asunto que distingue, radicalmente, a los que tienen puntos de vista distintos. Desde muchos lugares del planeta recibimos mensajes, vía redes sociales, donde se pide saber la verdad sobre el tema, recordando que FALTAN 43; pero, ¿Cuál es la trascendencia de estos mensajes?, ¿Es solo un forma de expresión?, ¿Es tratar de ser parte de un movimiento? o ¿Querer saber en realidad, qué paso hace año en Iguala con la desaparición de 43 personas?
Los medios hacen su trabajo, nos informan, pero ¿Cuántos de nosotros conocemos completo el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes? ¿Realmente conocemos la totalidad de los informes de la PGR? ¿Solo nos expresamos, con base en la afinidad y no con conocimiento?. Creo que, en este tipo de asuntos, nos dejamos llevar por las pasiones y no por los hechos. Linchamos a quién creemos responsables y enaltecemos a quienes creemos justicieros.
“El pueblo exige la verdad” he escuchado en varias charlas y programas de opinión, primero creo que se debe informar de la manera más objetiva posible al público en general, situación que es imposible, en un asunto que no se trata de conocer “la verdad”, si no de quién, con base en la información y en la opinión pública, queda mejor parado ante la sociedad.
El de Buche.
Hace una semana, el gobierno del Estado de México, encabezado por Eruviel Ávila, presentó un TAPPTaxi, una aplicación desarrollada por “jóvenes universitarios mexiquenses, para teléfonos inteligentes, con la cual los usuarios recibirán el servicio de transporte en el Estado. En esta aplicación el gobierno del señor Ávila invirtió 8 millones de pesos, para que los taxis puedan competir con servicios como Uber (¡Qué desperdicio de recursos!)
La diferencia entre un político y un emprendedor, está clara, uno puede utilizar recursos públicos para realizar una acción populista y el otro no. La aplicación no hace que la gente (del target) prefiera Uber sobre otros servicios de transporte, la aplicación es un medio, que facilita el uso del servicio; pero la diferencia está en todos los tangibles e intangibles que solo un emprendedor pone en práctica cuando analiza un mercado y detecta una oportunidad de negocio.
Mauricio Huerta
El autor de estas líneas se describe como cineasta empedernido, lector con problemas de tiempo y amante de los deportes.
En la vida hay que reír y llorar, porque la existencia se trata de experiencias.
@mau13huerta
mhuertarueda@gmail.com
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