La inflexibilidad de la intolerancia del fanatismo del ser
En esta columna voy a salirme un poco de los temas que comúnmente tratamos, aunque se han tratado situaciones sociales, siempre desde un punto de vista de comunicación, en este escrito me voy a permitir hacer una reflexión de las situaciones que estamos viviendo en la actualidad.
Los acontecimiento recientes, la guerra que ya se está librando en Europa, pero con mayor medida en el Cercano y Medio Oriente, deben de hacernos reflexionar sobre nuestra situación como seres humanos, como personas, como parte de una raza, con sus distintas variables étnicas, pero todos siendo parte de la especie que domina el planeta tierra.
En un vídeo que seguramente muchos de ustedes han visto, sobre el conflicto en Siria, (explicado en 5 minutos), se señala: “Muchos historiadores señalan: Todo puebla tiene la necesidad de manejar su propio destino”. (no encontré la fuente real de la frase).
Tiene razón, toda nación tiene el derecho de encontrar su identidad y todo pueblo derecho a tener sus creencias, pero, y muy importante, todos los otros también.
Las creencias se confunden con la fe, y no pueden ser cosas más distintas. La fe, la verdadera fe, mueve al mundo, en la fe se basa nuestra existencia como personas, en ella se basa la filosofía, la ciencia, la religión. La fe es la piedra angular de nuestra existencia, estamos destinados a creer, nuestra mortalidad hace que la fe le dé sentido a nuestra vida.
La fe, como creencia religiosa, y la intolerancia han sido, a lo largo de la historia de la humanidad, las dos más grandes causantes de las conflictos y guerras, se mata en nombre de dios, de un ser supremo que cambia de acuerdo a las convicciones de cada grupo, que solo genera conflictos y fanatismo.
El que el “otro” no piense como yo, ya lo hace el enemigo, porque no toleramos que exista alguien con otras convicciones y que, además, pueda tener razón. Podemos hablar de Francia, de México, de Siria, de Nigeria, nos podemos solidarizar, por moda, por conciencia o por verdadera preocupación, pero este apoyo se ve empañado por el poco respeto que tenemos de las creencias del otro.
Lo peor que nos puede pasar es ser indiferentes a las situaciones que suceden, es en París, cuna del pensamiento racional y de la libertad de expresión moderna; es en los países del cercano Oriente, donde nace la humanidad como la conocemos hoy en día; es en África, donde surge el hombre; es en México, nuestro país, donde damos dos pasos hacia delante y tres para atrás.
No importa donde sea y no importa cuanto pregonemos nuestra aceptación por los “otros”, por otras certezas, por otras ideas, esta en nuestra naturaleza ser poco o nada tolerantes, la terquedad y la indiferencia hacen que como personas que evolucionamos seamos cada vez menos humanos.
Mauricio Huerta
El autor de estas líneas se describe como cineasta empedernido, lector con problemas de tiempo y amante de los deportes.
En la vida hay que reír y llorar, porque la existencia se trata de experiencias.
@mau13huerta
mhuertarueda@gmail.com
En esta columna voy a salirme un poco de los temas que comúnmente tratamos, aunque se han tratado situaciones sociales, siempre desde un punto de vista de comunicación, en este escrito me voy a permitir hacer una reflexión de las situaciones que estamos viviendo en la actualidad.
Los acontecimiento recientes, la guerra que ya se está librando en Europa, pero con mayor medida en el Cercano y Medio Oriente, deben de hacernos reflexionar sobre nuestra situación como seres humanos, como personas, como parte de una raza, con sus distintas variables étnicas, pero todos siendo parte de la especie que domina el planeta tierra.
En un vídeo que seguramente muchos de ustedes han visto, sobre el conflicto en Siria, (explicado en 5 minutos), se señala: “Muchos historiadores señalan: Todo puebla tiene la necesidad de manejar su propio destino”. (no encontré la fuente real de la frase).
Tiene razón, toda nación tiene el derecho de encontrar su identidad y todo pueblo derecho a tener sus creencias, pero, y muy importante, todos los otros también.
Las creencias se confunden con la fe, y no pueden ser cosas más distintas. La fe, la verdadera fe, mueve al mundo, en la fe se basa nuestra existencia como personas, en ella se basa la filosofía, la ciencia, la religión. La fe es la piedra angular de nuestra existencia, estamos destinados a creer, nuestra mortalidad hace que la fe le dé sentido a nuestra vida.
La fe, como creencia religiosa, y la intolerancia han sido, a lo largo de la historia de la humanidad, las dos más grandes causantes de las conflictos y guerras, se mata en nombre de dios, de un ser supremo que cambia de acuerdo a las convicciones de cada grupo, que solo genera conflictos y fanatismo.
El que el “otro” no piense como yo, ya lo hace el enemigo, porque no toleramos que exista alguien con otras convicciones y que, además, pueda tener razón. Podemos hablar de Francia, de México, de Siria, de Nigeria, nos podemos solidarizar, por moda, por conciencia o por verdadera preocupación, pero este apoyo se ve empañado por el poco respeto que tenemos de las creencias del otro.
Lo peor que nos puede pasar es ser indiferentes a las situaciones que suceden, es en París, cuna del pensamiento racional y de la libertad de expresión moderna; es en los países del cercano Oriente, donde nace la humanidad como la conocemos hoy en día; es en África, donde surge el hombre; es en México, nuestro país, donde damos dos pasos hacia delante y tres para atrás.
No importa donde sea y no importa cuanto pregonemos nuestra aceptación por los “otros”, por otras certezas, por otras ideas, esta en nuestra naturaleza ser poco o nada tolerantes, la terquedad y la indiferencia hacen que como personas que evolucionamos seamos cada vez menos humanos.
Mauricio Huerta
El autor de estas líneas se describe como cineasta empedernido, lector con problemas de tiempo y amante de los deportes.
En la vida hay que reír y llorar, porque la existencia se trata de experiencias.
@mau13huerta
mhuertarueda@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario